miércoles, 6 de mayo de 2015

Desempoderamiento en las relaciones humanas y del YO

Uno de los consensos más extendidos de la sociedad es el de la propiedad privada. En la perspectiva de MARX (1981:140): “la propiedad privada es la principal fuente de poder social. La propiedad privada nos ha hecho tan estúpidos y parciales que un objeto es sólo nuestro cuando lo poseemos, cuando existe para nosotros como capital o cuando es directamente comido, bebido, vestido, habitado, etc…; es decir, utilizado de alguna manera. Así todos los sentidos físicos e intelectuales han sido sustituidos por la simple enajenación de todos estos sentidos: el sentido del tener”. 


Pero dando otra vuelta de tuerca al tener. ¿Qué ocurre si al hablar de propiedad privada hacemos referencia, no ya a lo material, sino a las personas?: mi padre, mi amig@s, mi mujer, mi marido, mi hij@, mi estudiante, mi emplead@s, mi consumidor/a, mi militante… 

Esta sociedad de la Propiedad y del Espectáculo promueve las lógicas del Poder y como respuesta las del empoderamiento y el contrapoder. Tú controlas tu persona, eres quien eres, reafirmándote dejando fuera la posibilidad de intercambiar; o creando los consensos contra el Poder (lo que te vuelve a meter en la conduit: el poder nos conduce y nos dejamos conducir por el poder).

El Espectáculo y el Poder promueven la perfección: el ser (eres o no eres), por el contrario para provocar la construcción colectiva: el estar (te haces al coincidir con la gente en los espacios y tiempos concretos), hay que moverse en la imperfección e incomplitud del desempoderamiento, del disenso.

Vivimos en la era del bio-poder, que intenta impregnar, a través de la conducción, nuestros cuerpos, nuestra sexualidad, nuestra salud, nuestra relación con el entorno social y natural, en definitiva nuestra vida. En palabras de BERARDI “Bifo” (2003:32): “Cuando a la libertad se le sustrae el tiempo para poder gozar del propio cuerpo y del cuerpo de otros, cuando la posibilidad de disfrutar del medio natural y urbano es destruida, cuando los demás seres humanos son competidores enemigos o aliados poco fiables, la libertad se reduce a un gris desierto de infelicidad. No es ya la neurosis, sino el pánico, la patología dominante de la sociedad postburguesa, en la que el deseo es invertido de forma cada vez más obsesiva en la empresa económica y en la competencia. Y el pánico se convierte en depresión apenas el objeto del deseo se revela como lo que es, un fantasma carente de sentido y sensualidad. El sufrimiento, la miseria existencial, la soledad, el océano de tristeza de la metrópolis postindustrial, la enfermedad mental. Éste es el argumento del que se ocupa hoy la crítica de la economía política del capital”.




"Libre te quiero", Agustín García Calvo 

Libre te quiero,
como arroyo que brinca
de peña en peña.
Pero no mía.

Grande te quiero,
como monte preñado
de primavera.
Pero no mía.

Buena te quiero,
como pan que no sabe
su masa buena.
Pero no mía.

Alta te quiero,
como chopo que en el cielo
se despereza.
Pero no mía.

Blanca te quiero,
como flor de azahares
sobre la tierra.
Pero no mía.

Pero no mía
ni de Dios ni de nadie
ni tuya siquiera.

Agustín García Calvo

 

Libre te quiero pero no mía, esta sería la primera ruptura para iniciar un desempoderamiento en las relaciones. Hacer esa dejación de poder, pero no es suficiente tenemos que evitar que el Poder penetre en el hueco que hemos dejado: ni de Dios ni de nadie, Libre te quiero...

Una segunda ruptura vendría de la mano del estar frente al SER: ni tuya siquiera. Es la más difícil, comprender que somos una construcción colectiva sin dejar de ser yo, o sabiendo que mi estar es el que me configura como persona, por eso no soy mía; soy yo al compartirme con las demas personas, que me siguen ayudando a construirme como yo, al igual que ayudo a construir a las otras personas sin dejar de ser yo, pero un yo en relación con la gente, un mosaico de aportaciones tamizado por las diversas mediaciones sociales deseadas que me configuran como una persona única pero no mía...

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